El pudor del Padre Tobón Betancourt en su diccionario de Colombianismos

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José Ignacio Henao Salazar 

Luz Stella Castañeda Naranjo

El columnista de este diario admitió, entre las risas del público, «que no lleva la cuenta de los libros escritos» y que no tiene «mucha estima por su obra». El autor de títulos como El desorden de tu nombre recordó sus primeras publicaciones, cuando pensaba «uy, esto lo va a leer mi padre». Por lo que, subrayó, lo primero que debe asumir un escritor es «quitarse el pudor» (Juan José Millas, 2018). 

Incluir palabras que no son políticamente correctas en el Diccionario no es una forma de avalarlas. La lengua es de todos, también de quienes son menos sensibles y usan el lenguaje para insultar (Darío Villanueva, 14 de marzo de 2014).

El lexicógrafo que recoge en un Diccionario la palabra maricón no es homófobo. Esa palabra existe (Pedro Álvarez de Miranda, 14 de marzo de 2014).

He evadido hasta ahora la expresión “malas palabras” porque creo, como Wilde, que no hay lenguaje decente ni indecente sino bien o mal usado. Quien habla es dueño de sus intenciones; quien oye lo es de sus prejuicios. Si las obscenidades celebran el gozo de estar vivos, las blasfemias son un acto de fe en el lenguaje. Ante la permanente agresión del mundo me niego a empuñar las armas y solo esgrimo, una sonora palabrota (Alberto Salcedo Ramos, 27 de septiembre de 2018, p. 40).

Resumen

En este artículo se coteja con otras obras lexicográficas una muestra de las entradas del Diccionario Colombianismos del padre Julio Tobón Betancourt (1997) relativas al sexo, y se analiza la ideología presente en la elaboración de diccionarios, en especial en la incorporación de eufemismos; además, se muestra como el pudor y los prejuicios del autor lo llevan a calificar en lugar de definir las piezas léxicas con connotación sexual seleccionadas para este trabajo.  Ante la carencia de definiciones y por la ambigüedad que genera la mera calificación, se buscaron los significados en otros diccionarios de colombianismos y en el Diccionario de Americanismos (2010).

Palabras clave

Diccionarios, ideología, eufemismo, pudor, colombianismos.

Introducción

En las sesiones de discusión y análisis de léxico por parte del equipo de investigación que determina qué téminos deben incluirse en el Diccionario Descriptivo del Español del Valle de Aburrá (DEVA), investigación en proceso, del Grupo de Estudios Lingüísticos Regionales, GELIR, y coordinado por el profesor José Luis Orduña López, se revisa cada pieza léxica para comprobar si figuran en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), sin marca de un país hispanoamericano, en cuyo caso no entrarían al DEVA; también se contrastan con el Diccionario de Americanismos (2010) (DIAM), dirigido por Humberto López Morales, y, además, se cotejan con las definiciones del Breve diccionario de colombianismos (2007) (BREDICOL), de la Academia Colombiana de la Lengua; además, con el Nuevo diccionario de colombianismos (1993) (NUDICO), dirigido por Gunther Haensh y Reinhold Werner; también con el Diccionario de parlache (2006) (DIPARLA), de Luz Stella Castañeda Naranjo y José Ignacio Henao Salazar y con Colombianismos del padre Julio Tobón Betancourt (1997). 

En el cotejo con este último diccionario, encontramos un aspecto digno de analizarse: la manera cómo Tobón Betancourt omite la definición de las lexías relacionadas con temas sexuales, por cuanto no recurre a paráfrasis discretas, sino a una calificación negativa, como: palabra obscena o malsonante, el vulgo, fines poco honestos, deshonrar, no propiamente por virtud, enamorado sexualmente, rústico, cierta clase de mujeres de mala reputación, mujer baja o despreciable, insulto muy bajo, mujer de vida alegre, degenerado, mujer mala, de mal vivir, sinvergüenza, hombre de malas costumbres. Por ejemplo, al verbo tirar lo define: “Tirar: Deshonrar. Se comprende que sea verbo ominoso”, en vez de definirlo como lo usan coloquialmente en Colombia: tener relaciones sexuales. Por eso, el objetivo de este artículo es examinar, desde una perspectiva crítica, las palabras consideradas tabú por Julio Tobón Betancourt, a quien, no obstante, sus prejuicios morales, que se reflejan claramente en el tratamiento lexicográfico de las palabras relacionadas con la sexualidad, le reconocemos sus aportes a la lexicografía colombiana.

Según Juan Miguel Lope Blanch (1959): “El autor ha   tenido   el   acierto   de   recoger   algunos   solecismos, barbarismos y arcaísmos   colombianos, rechazados   olímpicamente   por   lexicógrafos    más   «casticistas»   que   él, y   ha   procurado   asimismo  indicar el   origen de   ciertas  voces y   delimitar  la   zona   en   que   se   emplean   actualmente.  Con todo ello, la obra   se convierte en un  instrumento  muy   útil   para todos   los   dialectólogos   de   Hispanoamérica”. 

Igualmente, en una reseña de Ismael Enrique Delgado Téllez (1954) a la segunda edición de Colombianismos, publicada en 1953, afirma: “Hay que reconocerle al Padre Tobón el acierto de haber tenido en cuenta algunas de las observaciones hechas a la primera edición de su libro por filólogos y dialectólogos, pues ha purgado esta nueva edición de ciertas «condenaciones, rechazos y juicios un tanto precipitados”  (p. 425). 

De todos modos, a pesar de ese cambio, es llamativa la decisión de omitir la definición de ese conjunto de voces que se analizan en este trabajo, sin cuyo significado, el lector se queda con muchas dudas sobre el sentido real del vocablo, porque la simple calificación negativa permite captar el rechazo a su uso, pero no lo que significa en el contexto, de ahí la importancia de precisar y ejemplificar la definición con que cada una de esas voces se usa en Colombia. 

Este preámbulo indica el pudor y el prejuicio del padre Tobón para afrontar la definición de los vocablos relacionados con la sexualidad, quizá por su condición de sacerdote, con mayor razón en esa época (mediados del siglo veinte) con predominio de las ideas conservadoras, en la cual solo se hablaba de sexo en grupos cerrados de amigos, sin ninguna preparación ni claridad sobre estos temas. Al respecto, Carlos Alberto Caicedo (27 de julio de 2017), padre del escritor Andrés Caicedo, al hacer una reflexión sobre la obra de su hijo y el abordaje de temas como las drogas y el sexo, censurados por algunos sectores sociales, dice: “No le estará pasando a usted, distinguida señora, lo que aconteció a mi generación más o menos en los años 1930, que debíamos soportar el ver las películas recortadas pues si los enamorados se iban a coger de la mano o pretendían darse un beso, el sombrero ‘censor’ tapaba la imagen y dejaba en nuestras mentes ávidas y ansiosas la malicia del hecho ‘impuro’”. 

Estos tabús también se manifiestan en la actualidad en un país como España, tal vez con menos rigor, como se demuestra en la actitud que asume la periodista, de El País, Patricia Gosálvez (3 de agosto de 2017), cuando explica la razón para enseñarle a su hija a decir vulva y no la serie de eufemismos utilizados por las madres para designar el órgano genital femenino. 

Cuando yo era pequeña, en mi casa la vulva era la potola y no se gritaba en público. Siempre pensé que era una palabra privada… traspasada amorosamente de madres a hijas. Pero no, mi madre me contó hace tiempo que se la copió a una vecina, porque el chichi de mi abuela le parecía vulgar. Desde entonces llevo un listado de las denominaciones genitales infantiles de mis amigas. Tengo más de 50. Los comunes pipi, tete y toto. El callejero parrús, y el cursi mariposita. Los autonómicos figa en Valencia y shoshete en el Sur. El obsoleto pesetilla. Alguno más rebuscado como castañita, tortuguitaPañuelito, ¿en serio? También rajita, chirla y huchita, para que la niña aprenda de dónde sale el dinero, imagino. Muchas simplemente lo llamaban ahí, abajo o eso, como el primo de la Familia Addams antes de que le creciese el pelo. A mí el peor me parece culito de alante.

Estos prejuicios no son patrimonio solo de los ciudadanos del común, también los trabajos lexicográficos están sometidos a la subjetividad de los autores, tal como lo plantea Esther Forgas (2015), cuando indica que ninguno de ellos puede librarse de esa subjetividad cuando: “Intenta” definir un concepto, especialmente los pertenecientes al tipo de los que Van Dijk llama “cuestiones socialmente relevantes”, entre las que cabe destacar la moral, la religión, la sexualidad, el arte o la sociología” (p. 110).

Al respecto, en la guía de uso del Diccionario de colombianismos (2018), del Instituto Caro y Cuervo, los autores plantean: “Como muchos diccionarios actuales, se recurrió al uso de ejemplos para ampliar la definición, hacerla más clara y dar contextos gramaticales de uso (complemento, preposiciones, etc.). No se ejemplificaron palabras despectivas o vulgares” (p. 24). Si retomamos la palabra tirar, recogen ejemplos para las tres primeras acepciones: “1. inf. Dañar o estropear una cosa o un asunto. U. m. c. prnl. Evite mezclar el coctel con agua o gaseosa, no se lo tire. (WEB). 2. inf. Malcriar a alguien.  Entre la abuela alcahueta y unos padres sobreprotectores se están tirando al hijo mayor. (WEB). 3. inf. Perder un examen o una materia. U. m. c. prnl. Me fue muy bien en Matemáticas pero casi me tiro biología”. 4. vulg. Tener relaciones sexuales. U. m. c. prnl”. Como se observa, no incluyeron un ejemplo; sin embargo, presentan un amplio número de acepciones: “clavar, coger, comer, culear, hamaquear, huevo: echarse un ~, miriñaque: darle al ~, peluche: pegarle al ~, pichar”. 

Metodología

En primer lugar, seleccionamos del diccionario Colombianismos de Tobón Betancourt las voces relacionadas con el sexo, que el autor califica, pero no define, generando ambigüedad en los lectores. Ahora bien, como Tobón no define los vocablos, seleccionados  para este artículo, consideramos pertinente encontrarle a cada uno la definición acorde con el sentido general o particular, según la región colombiana donde se utiliza; por esta razón, buscamos si figura en el Nuevo diccionario de colombianismos (NUDICO), de Haensh y Werner (1993), con un significado relacionado con el que oculta Tobón; lo elegimos por su alcance nacional y por la relativa cercanía temporal con la edición consultada (1997); en segundo lugar, si los vocablos seleccionados no figuraban en el anterior diccionario, acudimos a dos diccionarios de colombianismos, fundamentalmente al Diccionario de colombianismos (DICOL, 2018) del Instituto y Caro y Cuervo,, y al Breve diccionario de colombianismos (BREDICOL, 2007), para cotejar algunas voces que no figuran en el del 2018. Los escogimos por tener un objetivo común con el de Tobón y con el de Haensh y Werner; en tercer lugar, consultamos en el Lexicón de colombianismos  de Mario Alario di Filippo (1983), también por su cobertura nacional; así mismo se consultó el Diccionario de Americanismos (DIAM) (2010), porque recoge una muestra amplia de colombianismos y, además, porque algunas de las voces del diccionario de Tobón, si bien no figuran en el de Americanismos como usadas en Colombia, sí figuran con el mismo significado en países de Centroamérica, limítrofes con la Costa Atlántica Colombiana, y de Suramérica, en límites con el departamento de Nariño; y, por último, apelamos al Diccionario de uso del parlache (DIPARLA, 2015) y a una nueva edición en proceso, caracterizados por recoger el lenguaje marginal. También contrastamos algunas voces con El léxico del cuerpo humano en Colombia de Luis Flórez (1969) y con el Diccionario de provincialismos y barbarismos del Valle del Cauca de Leonardo Tascón (1961). Además, comparamos algunas de las entradas del mismo Tobón Betancourt en dos ediciones con un espacio temporal significativo 1946 y 1997, con el fin de verificar si se mantenía la misma definición o la cambiaba. 

Todos los términos los analizamos hasta donde las fuentes lo permitieron, porque algunas voces siguen siendo oscuras u opacas. 

El tabú y el eufemismo como problema teórico

Partimos de que muchas de las palabras incluidas por Tobón en su diccionario y que no define, sino que califica, corresponden a una franja del léxico tabuizado y son expresiones eufemísticas, las que, para Lázaro Carreter (1977), corresponden a un proceso muy frecuente, cuya finalidad es evitar la palabra con que se designa algo molesto, sucio, inoportuno, etc.; la cual se sustituye por otra más agradable. Este autor plantea, entre las causas del eufemismo, “e). Tabú social, religioso, moral, etc.; ello induce a llamar embriagado al borracho (…) a designar como amiga a la amante” (p. 177). Es decir, se usan voces más acordes con los valores ideológicos y culturales de un grupo social determinado, porque el eufemismo se asume de diferente manera por los distintos grupos sociales, religiosos y culturales. Algunos hablantes lo pueden considerar malsonante y otros lo pueden ver como normal. En ello influyen la edad, el género, la posición social, la situación comunicativa, la responsabilidad social y la autoridad. 

Y de acuerdo con Concepción Otaola (2004): “La tendencia general a eludir la referencia directa a asuntos desagradables o a acciones no decorosas lleva, por ejemplo, (…) a utilizar posaderas y trasero, etc. En vez de su palabra auténtica; y no digamos en todo lo relativo al sexo” (Otaola Olano, 2004, p. 393). No obstante, resulta contradictorio que la autora de esta cita no incluya la palabra culo y la sustituya por una paráfrasis: “palabra auténtica”. Y, además, cuando incluye un anexo con segundos nombres o segundas denominaciones, especialmente utilizados en el lenguaje coloquial y/o vulgar, informa que: “Obviamos todos los referidos a los órganos sexuales, a pesar de registrar una altísima proporción en español” (Anexo I. 5, p. 396). Como se ve, hasta algunos lexicólogos y lexicógrafos tienen dificultades para incluir los vocablos considerados malsonantes. 

Al respecto, para Chamizo (2008), la investigación lingüística relacionada con el léxico tabuizado puede ser documentada en cualquier sociedad y en cualquier época histórica, aunque estos términos puedan cambiar de acuerdo a la sociedad y la época; inclusive, de un grupo social a otro. En relación con la época, la profesión, la condición social y la autoridad, lo podemos ver al establecer un contraste entre lo afirmado por Patricia Gosálvez, ya citada, con la posición excesivamente tabuizada y clasista de Tobón Betancourt, planteada en la introducción a su diccionario, en la cual fija su criterio normativo y pudoroso, al privilegiar el uso del léxico castizo al provincial, al considerar que: “Provincialismo vulgar, solecismo, barbarismo, debe condenarse. No tiene cabida en el léxico oficial” (p. 13); sin embargo, reconoce la necesidad de registrarlos en los diccionarios regionales, pues: “Son un tesoro para la historia, la filología y la etnografía”. Así mismo, en entradas como la siguiente: “Entón: entre los rústicos se oye así por entonces” (p. 159) (Rústico figura en el DLE como: 3. m. Hombre del campo), lo que demuestra su desprecio hacia lo campesino y popular. Esta visión clasista y sesgada se corrobora al analizar el vocablo pana, el cual define como marihuanero, sinvergüenza (p. 162). Con esta definición no solamente demuestra sus prejuicios sino el desconocimiento del uso de pana, cuya definición en el Diccionario de americanismos es: “1.1. m-f. EU, Mx, Pa, RD, PR, Ve, Ec, Bo:O; Ho, ES, Ni. juv.  Amigo íntimo, compañero inseparable”. Si bien no figura como colombianismo, en las investigaciones de Castañeda y Henao (2001, 2015) para la elaboración de las ediciones de los diccionarios de parlache, han verificado el uso constante de esta voz en las interacciones verbales de los colombianos en casi todas las regiones del país, especialmente por los jóvenes, con el sentido de amigo o como fórmula de tratamiento. En los tres fragmentos de testimonios escritos por jóvenes de Medellín se corrobora su uso. ¿Entonces qué, pana? Vamos a hacer una vaca para aforarnos al chorro, al loro y a la chusca. T. (2001). Las mujeres son otro punto importante en la vida de este barrio, por una mujer, los mejores panas terminan enfrentados. T. (2015). No, pana, su hermana si salió muy irresponsable; pero bueno, usted y yo estamos sanas, que es lo importante. T. (2015).

Según hemos venido sustentando, la subjetividad demostrada por Tobón Betancourt está presente en toda obra lexicográfica y comienza desde que se planea su elaboración, se decide el tipo de diccionario, su extensión, el tipo de receptores y la intención de los autores (Esther Forgas, 2015, p. 100). Igualmente, para analizar la razón del autor de Colombianismos para apelar a eufemismos y definiciones descalificadores, por motivos, creemos que religiosos, vale la pena traer a colación lo reiterado por Forgas (2015): “El diccionario termina inevitablemente por reflejar no solamente la historia social de las palabras, sino también las concepciones personales y la trayectoria vital de quienes los escriben” (p. 117). Para ella, hay poco que hacer contra esta situación, pero recomienda hacer una revisión estricta y rigurosa del lenguaje expresado en el texto lexicográfico y eliminar las voces que muestren la posición del enunciador, los términos subjetivos y valorativos y, por tanto, crear un modelo para las definiciones con un contenido, dentro de lo posible, clarificador, objetivo y neutral (p. 117).  

Al respecto, para Chamizo (2008), el eufemismo como mecanismo lingüístico permite referirse a lo innombrable para una sociedad dada. Y aunque no lo nombremos con el término que lo designa literalmente y, por ello debe evitarse, este término puede contaminarse, y con el paso del tiempo dejar de ser eufemístico. Así, dejan de ser ambiguos, se lexicalizan y terminan por convertirse en disfemismos.

Una muestra de lo planteado por Chamizo se presenta en el parlache, una variedad del español colombiano, surgido a partir de las últimas décadas del siglo pasado, a través de la influencia del narcotráfico, la violencia, la impunidad y la drogadicción. Por ejemplo, una palabra como: “chimba: Palabra obscena” (Tobón Betancourt (1997, p. 123), se remantizó de tal manera que pasó de significar vulva a designar a la mujer en general o a una mujer bonita, una cosa o situación agradable, hermosa: “‘Chimba’, una de las más populares entre los estudiantes, es un claro ejemplo de cómo un vocablo con un contenido específico en el lenguaje (vulva) tiene un significado diferente para ellos” (Semana, marzo 6 de 2005). Ejemplos: “Se mandaba unas hembras y chimbas, que solo se las he pillado a él”. T. “Pues ni tan chimba que es esa boba, lo que pasa es que todos le dan mucha importancia a esa pirobita” (Mesa, 2015, p. 44). También se convirtió en una fórmula rutinaria de rechazo: la chimba. Una muestra del uso de esta fórmula lo trae Lady Tabares, la protagonista de La vendedora de rosas, cuando le rechaza al director de la película una petición: “No Víctor, la chimba, yo no voy a hacer eso” (Domínguez, 2015, p. 76); igualmente, forma derivados como chimbada, algo sin valor o problema. “Sálganse de esa chimbada parceros. La vida es más que robar y matar. Piensen en las cuchas que sufren por lo que hacemos” (Bolívar, 27 de julio de 2014) y chimbamente, algo inútil, o sin sentido. “El barbuchas que queríamos ya lo tenemos. No se hagan matar chimbamente. Soldado que participó en el ataque al campamento de Raúl Reyes. (Canal 13, 9.10 pm. 9 de marzo de 2008). 

Retomando el trabajo sobre los prejuicios de Tobón, nos parece contradictoria su posición, por cuanto en voces como azuceno, gaviota y otros relacionados con la homosexualidad, utiliza los vocablos marica y maricón para definirlos, quizás porque ya eran palabras reconocidas por la Real Academia de la Lengua desde hacía muchos años, y lo mismo ocurre al definir paja como masturbación; pero, en cambio, a pajizo y pajudo, derivadas de paja las considera palabras obscenas. O sea, que la validación por la Academia elimina los prejuicios. De todos modos, la misma Real Academia mantiene muchos de estos prejuicios, como se argumenta a continuación.

Una de las dificultades para abordar este tema, sobre el “pudor lingüístico” se encuentra en la definición ambigua de pudor en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DLE): “(Del lat. pudor, -ōris). 1. m. Honestidad, modestia, recato”. De las tres acepciones solo tendrían alguna relación con el sentido que le damos en este trabajo: la tercera, recato; sin embargo, al buscar recato, nos remite a cautela, reserva, honestidad o modestia; es decir, a las dos primeras acepciones. Tal vez el sentido del verbo recatar tenga alguna relación: “1. Encubrir u ocultar lo que no se quiere que se vea o se sepa”, pero lo relativo al ocultamiento o temor por lo sexual no figura en ninguna de las acepciones. Para no quedarnos en esta ambigüedad, consultamos la definición del Larousse (2009) y esta concuerda con los significados dados en Colombia a pudor: “Sentimiento de reserva hacia lo que puede tener relación con el sexo. 2. Vergüenza, timidez, embarazo” (p. 839). Y al recurrir a la red, lo primero que encontramos fue: pudor: nombre masculino. Vergüenza de exhibir el propio cuerpo desnudo o de tratar temas relacionados con el sexo. “Desvestirse con pudor; el pudor, la aureola de tabú que suelen tener cuestiones relacionadas con el sexo, hace muy difícil que los niños se atrevan a formular preguntas en la escuela e, incluso, en la casa” (Google). Otra definición se refiere a la tendencia a ocultar o evitar hablar de sentimientos, pensamientos o actos que se consideran íntimos. Igualmente, en Wordreference definen a pudor como: “1. m. Honestidad, recato. 2. Sentimiento de vergüenza hacia lo relativo al sexo o la desnudez: no tiene ningún pudor en hacer escenas con desnudos. 3. Timidez, molestia”.

Por lo anterior, nos parece extraña la manera de presentar la definición de pudor en el DLE, porque, como se verá más adelante, las declaraciones de los lexicógrafos responsables de su elaboración muestran criterios amplios y menos normativos. Ahora bien, el tratamiento de lo sexual ha sido un tema complejo a través de la historia y para Stephen Ullmann (1972): “El sentido de la decencia y el pudor ha sido a lo largo de las edades una rica fuente de tabús y de eufemismos. Unas cuantas expresiones de la esfera de las relaciones sexuales servirán para ilustrar esta tendencia” (p. 234). Recalca que: “El tabú es de vital importancia para el lingüista porque impone una interdicción no solo sobre ciertas personas, animales y cosas, sino también sobre sus nombres”, y en la mayoría de los casos la palabra sometida al tabú será abandonada y sustituida por un eufemismo, por miedo, delicadeza, decencia o decoro (p. 231). A su vez, estas voces tabuizadas, por lo general, se refieren al sexo, a ciertas partes y funciones del cuerpo, y a los juramentos (p. 234). 

De todas maneras, es necesario reconocer que los diccionarios, a pesar de su aparente objetividad, están cruzados por la ideología de sus autores, y reflejan el pensamiento dominante en la época de su creación. Aunque los lexicógrafos busquen la neutralidad, la objetividad, cuando seleccionan las entradas, cuando construyen la definición de las mismas y en la selección de los ejemplos contextualizadores tendrán la impronta de su visión del mundo. Al respecto, Javier López Facal (4 de marzo de 2011), Filólogo e investigador del CSIC, cuestiona a la Real Academia: “En los diccionarios, si uno está atento, nota bajo todos ellos una ideología y una cultura. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por ejemplo, enseguida detectas que es muy arcaico, incluso en ese «dícese…» con que empiezan muchas entradas; que ya no se habla así”.

En el mismo sentido se pronuncia Ivo Buzek (2015), para quien: “Los diccionarios no pertenecen a la categoría de verdades reveladas. Son obras humanas y están condicionadas por las circunstancias históricas y sociales de los tiempos que las han visto nacer” y esta condición y función social debe orientar al público a la hora de consultarlos (pp. 125-126).

Así mismo, Constenla (14 de marzo de 2014) recoge las palabras de Darío Villanueva y Álvarez de Miranda, citados en el epígrafe, quienes al referirse a las voces consideradas por algunos como inconvenientes y que, por tanto, no deberían incluirse en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, responden: “Continuarán términos que irritan por hirientes porque siguen circulando en la lengua, aunque se puntualizan con una marca: mariconada aparecerá identificada con la mencionada etiqueta de “malsonante” (Villanueva, 2014). “Hay que procurar no herir la sensibilidad de nadie pero la lexicografía no puede hacer dejación de su responsabilidad, que es consignar lo que en la lengua existe”, señala Álvarez de Miranda, responsable desde 2011 del DRAE” (Constenla, 14 de marzo de 2014).

Una mirada desde Colombia a este problema, lo planteó el filólogo Antonio Panesso Robledo (mayo de 2012). Para él: «El idioma es algo vivo, la palabra que existe es la que se usa, por rara e inusitada que sea. Las palabras no salen del diccionario al uso común: del uso común entran al diccionario». Y frente a la censura y el rechazo al uso de voces que algunos consideran malsonantes, el poeta Jaime Jaramillo Escobar (2007), en la presentación del libro La verdad sin calzones. Mi vida en el submundo, de Juan Guillermo Valderrama, dice: los personajes aparecen con su lenguaje, porque sin él carecerían de autenticidad, y crítica a las señoras que asisten a los talleres de escritura, quienes rechazan el uso de culo, habiendo tantas palabras bonitas para designar esta parte del cuerpo y plantea: “Lo que pasa es que culo es lo que tiene el pueblo, menos ellas que lucen derrière, pompis, colita y rabel, palabras bonitas del idioma. La negra cocinera de la casa no tiene derrière. Para que negar que a la señora le parece culona. Este libro es la verdad sin calzones. ¡Qué fea! ¿No es cierto?” (P. 11).

Las reflexiones anteriores nos llevan a valorar positivamente la posición de los autores del Diccionario de americanismos (2010), el cual carece de un propósito normativo. Por tanto: 

              No da pautas para el “bien hablar o escribir”, ni silencia términos considerados por la comunidad (aunque cada una tiene los suyos) como malsonantes, tabuizados, vulgares, extranjerismos, neologismos, ni palabras que aluden a cuestiones de sexo-género, procedencias, defectos físicos o morales, ni términos de la drogadicción, el narcotráfico, la delincuencia, etc., que pudieran herir alguna susceptibilidad (p. XXXI).  

Igualmente, los redactores del Diccionario del español de México, dirigido por Luis Fernando Lara (2017), en su presentación indican que la función de un diccionario es dar información precisa y fiel de la realidad, y no asumir un criterio de autoridad injustificable, ni la de ser un censor del habla y las costumbres. Para ellos, la autoridad de un diccionario se desprende de la calidad de la información y de la fidelidad al uso; por ello, frente al uso de palabras que calificarían de groseras, cuya audición produce en los receptores la sensación de insulto, o al menos, de agresión entre dos personas, valoran su valor expresivo y las consideran de uso general por todas las clases sociales y en todas las regiones de México; además, marcan como ofensivos ciertos términos usados en contextos particulares, que a pesar de no ser voces groseras por sí mismas, ofenden a las personas a quienes se les dirigen. 

Así mismo, al sustentar la inclusión de todas las voces sin ninguna restricción, dicen: 

El lector encontrará una multitud de voces y giros coloquiales y populares, que se utilizan sobre todo en el habla; encontrará vocablos, acepciones y locuciones de uso regional, debidamente localizados; encontrará también voces groseras y varios anglicismos corrientes en el español de México. A cada lector le toca decidir qué vocabulario usa o cuál acepta. La función de un diccionario para una sociedad que aprecia su libertad y su diversidad es proveerla de información precisa y fiel a la realidad, no la de arrogarse una autoridad injustificable, ni la de adoptar el papel de censor del habla y las costumbres. La única autoridad posible para un diccionario, que naturalmente deseamos ganar para el nuestro, es la que proviene de la calidad de su información y de su fidelidad al uso.

Después de este recorrido por el problema planteado en este ejercicio, presentamos las voces silenciadas por Tobón Betancourt, con las definiciones recogidas de los diccionarios citados en la introducción y explicamos aquellas cuyo sentido pueda exigir alguna precisión y dejamos constancia de las palabras para las cuales no hallamos una definición con el posible significado que oscurece Tobón.

Entradas seleccionadas para el análisis

Casi todos los ejemplos para contextualizar las entradas se tomaron de Parlache, violencia y marginalidad. Diccionario de uso, todavía en proceso. Cuando no figuraban en este, se copiaron del de Colombianismos (2018), y como algunos tampoco se encontraron en este libro, los buscamos en la red.

abeja: “el vulgo de varias partes llama así a la nalga. De aquí el verbo abejorrear” (Tobón, p. 27). En la primera versión de Colombianismos, con el título de Colombianismos y otras voces de uso general (1946), Tobón define abeja, así: “El vulgo de Los LLanos llama así a la nalga”. El Diccionario del Caro y Cuervo (2018) trae la locución Ser una abeja, con el significado de: “Ser hábil o astuto para salir de situaciones complicadas” (DICOL, p. 35). “Avispada, persona hábil para desenvolverse en situaciones de riesgo. En un país como este ser correcto es ser bobo, y ser abeja es una nota” (DIPARLA). En ningún diccionario distinto al de Tobón, constatamos su uso con el significado de nalga. 

abejorrear (abejorriar). “Tocar las piernas o las nalgas de otra persona, sobre todo del sexo contrario” (Tobón, p. 27). “Excitarse sexualmente una pareja haciéndose caricias, sin llegar al coito” (NUDICO, p. 2). “Manosear lujuriosamente a alguien en público” (DICOL, p. 35). “Manosear. Manipular e incitar sexualmente a la pareja. ““La cultura en Medellín era mucha, ahora no vienen sino a abejorrearse”, dice quejumbroso”  (DIPARLA).

amacice o amacise: “Baile en que se acercan mucho los rostros” (Tobón, p. 39). “Acción de amacizarse” (NUDICO, p. 17). “Abrazo en que una pareja estrecha intensamente a otra al bailar. Bailar es de las pocas oportunidades públicas para acercarse a alguien sin ser sancionado. ¡Qué viva el amacise! (Web)” (DICOL, p. 49).

amacizar: “3. Monopolizar una fiesta o un baile una pareja, a veces para fines poco honestos” (Tobón, p. 39). “Apretar, ceñir estrechamente a uno, especialmente al bailar” (NUDICO, p. 17).  “Abrazar fuertemente a la pareja al bailar. De repente suena una salsa candenciosa y las parejitas comienzan a amacizarse. (Web)” (DICOL, p. 49).

arrecharse: “(B, S). Enojarse, obstinarse. En la Costa es palabra malsonante” (Tobón, p. 46). “Excitarse sexualmente” (NUDICO, p. 28). “Excitarse sexualmente una persona” (DICOL, p. 59). No encontramos ejemplos en ninguno de los diccionarios consultados. Aunque tmbién en la red fue difícil, recuperamos el siguiente: Ya veremos a algunas congéneres tratando de Puta a la que sólo quiere arrecharse más, con ayuda de la pastillita (Carmenza, 20 de mayo de 2020).

arrecho: “”(B, S). Enojado, enfadado. 2. Obstinado. 3. Arriesgado. 4. (Co). Palabra obscena” (Tobón, p. 46). “Que está excitado” (NUDICO, p. 28). “3. Referido a una persona excitada sexualmente” (DICOL, p. 59). “Excitado. Motivado y urgido de practicar relaciones sexuales. El marino viene sin mujer, arrecho como un putas, y gasta” (DIPARLA). Es importante aclarar que estas voces se encuentran en el Diccionario de la lengua  española (DLE) con el mismo sentido: “2. adj. Dicho de una persona: Excitada sexualmente”. Sin embargo, tanto en el de Americanismos (2010) como en Wordreference los incluyen como americanismos: “II. 1. Adj/sust. ES, Ni, Pa, RD, Co, Ec, Pe, Bo. Referido a persona, excitada sexualmente” (Diccionario de americanismos, 2010, p. XXI). adj. amer. vulg. Excitado sexualmente, lascivo o lujurioso: se pone arrecho solo con mirarla” (Wordreference). Y al consultar el foro sobre la palabra en la misma fuente, nos pareció interesante el siguiente comentario, que demuestra el uso regional del vocablo: “Parece que la palabra no ha llegado al sur de América. El diccionario indica América Central y México, aunque debería añadir también gran parte de la América del Sur, por lo menos hasta el Perú. En mi país se escucha, aunque debido a su sentido sexual no tan a menudo como en otros lugares. Casi se podría decir que es un término exclusivo de lenguaje vulgar masculino, inapropiado para usarse en el ámbito más familiar y cotidiano. No parece ser así en otros lugares, debido al diferente significado (imagínense la sorpresa mía cuando escuché por primera vez a algunas amigas colombianas decir que ‘estaban arrechas’ o que tal persona las había puesto ‘arrechas’, de la manera más normal y descuidada) (Jorgema Senior Member). 

azuceno: “3. (A). Titino, afeminado (WM). 4. (N). Marica” (Tobón, p. 51). Con el significado de afeminado ni de marica figura en los diccionarios consultados.

barrio: “Barrio de mujeres públicas. 2. Mujer de barrio. Ramera, o prostituta” (Tobón, p. 7). “En las poblaciones o ciudades, sector reservado por las autoridades para los prostíbulos y casas de citas” (NUDICO, p. 43). Esta palabra está en desuso, por cuanto hay mucha mayor flexibilidad para ejercer la prostitución. De acuerdo con Luis Flores (1969) este nombre viene desde la Edad Media y tiene como sinónimo: zona de tolerancia o simplemente zona en Antioquia (p. 211).

bicho: “2. (Co) Palabra obscena” (Tobón, p. 39). Según Alario (1983) significa en el departamento de Córdoba ano (p. 86); pero tiene el sentido de pene en Centroamérica (DIAM, 246). En ninguno de los otros diccionarios consultados figura con este sentido.

brincarse a alguno: “2. Deshonrar a una mujer” (Tobón, p. 66). Según Alario (1983) significa deshonrar, referido a una mujer; y realizar el coito en Perú y Bolivia (DIAM, p. 294). 

cachucho: “Muchacho que se conserva virgen, pero no propiamente por virtud” (Tobón, p. 72). “Referido a una persona, sobre todo a adolescentes: que no ha tenido relaciones sexuales, que aún no ha realizado el coito” (NUDICO, p. 65).  “Virgen. Hombre que no ha tenido relaciones sexuales. Llegó chicaniando con que la vieja le hizo aquello y lo de más allá, todos lo escuchaban, pero no le creían, hasta que Jeison no se aguantó y le dijo: no chicaneé güevón, que usted todavía está cachucho” (DIPARLA).

cacorro: “Marica, maricón (Co) y marico, no se consideran tan despectivos como cacorro, aunque signifiquen lo mismo” (Tobón, p. 70). “En las relaciones entre hombres homosexuales, el que desempeña el papel masculino. Hombre homosexual que siente atracción especial por niños varones” (NUDICO, p. 62). “Hombre homosexual activo” (DICOL, p. 100).  “Hombres que desempeña el papel masculino. Es de los poquitos de esa comunidad que no parece ser cacorro” (DIPARLA).

cipote: “3. En algunas partes de la Costa es palabra obscena (Tobón, p. 91). En la edición de 1946 lo define: “(A, C). Vulgarismo enorme”. Figura en el DRAE como: “6. m. vulg. miembro viril”. Consideramos extraño este significado en Colombia, porque en NUDICO (95) definen esta voz así: Expresión que se emplea seguida de un sustantivo al que atribuye las cualidades de extraordinario, formidable, excelente y en DICOL la definen como: “Grande, formidable” (p. 153).

coger: “Se ha generalizado el sentido obsceno que tiene en otras partes” (Tobón, p. 94). “Realizar el acto sexual” (NUDICO, p. 98). “Tener relaciones sexuales” (DICOL, p. 157). Es importante aclarar que este término se usa con más frecuencia en la reproducción animal y no en las relaciones sexuales entre humanos y, por ello, muchos colombianos utilizan sin ningún prejuicio este término en países como Argentina y en algunas regiones de España donde el vocablo es tabú. 

comer: “2. Con frecuencia se le da un significado obsceno” (Tobón, p. 97). “Tener relaciones sexuales” (DICOL, p. 160). “Copular. Tengo poder, así que me como las que quiero” (DIPARLA).

concha: “4. (Co) Palabra obscena” (Tobón, p. 98). Figura en el DLE como:  12. f. malson. Arg., Bol., Chile, Guat., Par., Perú y Ur. coño (‖ vulva y vagina). En la edición de 1992 figura la siguiente definición: “am. Parte externa del aparato genital femenino. Es voz malsonante (p. 533). Realmente en Colombia no tiene ese sentido, sino el de descaro, desfachatez. Por lo mismo, en los países donde es tabú, los colombianos lo usan desprevenidamente, lo cual genera desconcierto entre los escuchas. No obstante, según Mario Alario di Filippo (1983), en los departamentos del Atlántico y Magdalena lo usan con el sentido de órgano sexual femenino.

chimba: “Palabra obscena” (Tobón, p. 123). “Órgano genital de la mujer, vulva” (NUDICO, p. 132). “Pene” (DICOL, p. 140). “Vulva. Órgano sexual femenino. Pero lo cierto es que esta palabra también posee una connotación sexual, pues se refiere al órgano genital femenino” (DIPARLA). En el Diccionario de colombianismos (DICOL) cometieron un lapsus, confundieron chimbo y chimba, porque en ninguna parte hemos constatado el uso de chimba como pene.

chimbo: “Palabra obscena” (Tobón, p. 123). “Pene, miembro viril” (NUDICO, p. 133).  “Pene. Órgano sexual masculino. Aquello que se censura resulta teniendo muchas palabras: pipí, chimbo, palo, bochi, pájaro (por un lado) y cuca, chimba, pájara (por otro) (DIPARLA).

chulla: “(N): Palabra obscena,  parece voz quichua” (Tobón, p. 131). “En Ecuador: Referido a mujer, que accede con facilidad a los requerimientos sexuales de los hombres” (DIAM, p. 576). Luis Flores (1969) trae chula como prostituta, usado en Saboyá (Boyacá)  (p. 208). En ninguno de los diccionarios de colombianismos encontramos el término.

chuspa “2: Suele dársele significación obscena” (Tobón, p. 133). De acuerdo con Alario (1983) en el departamento de Nariño significa vulva (p. 250). En ninguno de los otros diccionarios de colombianismos encontramos el término con ese sentido.

coquito viche: “(Co). Palabra obscena” (Tobón, p. 102). En ninguna de las obras consultadas se encontró la expresión, ni el significado de las palabras aisladas con un sentido sexual. El coco tierno es blando y jugoso, y la palabra biche figura en el DLE como: “adj. col. Dicho especialmente de un fruto. Que no ha alcanzado su plenitud o culminación”. Posiblemente se refiere a una mujer joven, que no ha alcanzado la madurez. 

dañado: “Marica, degenerado” (Tobón, p. 135). “Hombre afeminado. Hombre homosexual” (NUDICO, p. 148). “Referido a personas, de comportamientos sexuales sancionados como inmorales” (DICOL, p. 179). Resulta un poco extraño que Tobón sea más directo en esta definición que los responsables del Diccionario de Colombianismos (DICOL). 

emocionado: “Dícese del que se ha alterado, sobre todo sexualmente” (Tobón, p. 149). Este sentido se ha perdido y en ninguna de las fuentes consultadas figura con este significado. 

emocionarse: “2: También es frecuente darle sentido totalmente obsceno” (Tobón, p. 149). Suena bastante contradictorio que Tobón defina emocionado como alterado sexualmente y excitado sea una de las acepciones de alterado en el DLE. Sin embargo, en ninguna de las fuentes lo encontramos con este sentido.

encoñado: “enamorado sexualmente” (Tobón, p 153). En el Breve diccionario de colombianismos (2007) figura como: “Amancebado”, definición que consideramos imprecisa, porque el uso en Colombia coincide con el que trae el DLE para encoñar: “1. prnl. malson. Dicho de un hombre: dejarse dominar por la relación sexual mantenida con una determinada mujer”. “Persona muy dependiente de las relaciones sexuales con una mujer. Ese man está tan encoñado que no se da cuenta de que le están poniendo los cachos” (DIPARLA).

ganado: “2. Cierta clase de mujeres de mala reputación. Algunos dicen ganado orejinegro, en este sentido” (Tobón, p. 177). “Conjunto de mujeres públicas” (Alario, 1983, p. 343). “Prostitutas. El patrón había dado la orden de conseguir la hembra que quisiéramos. Nos llevaban a Melgar o Girardot a mirar el “ganado” en las heladerías, en las casas de citas o en la calle” (DIPARLA). En cuanto a ganado oreginegro (una variedad de ganado colombiano) hace muchos años le escuché al Gerente de la sucursal de la Caja Agraria (cerca al Hospital San Vicente), vecina de Lovaina, antigua zona de prostitución de Medellín, decir que la mayoría de sus clientas eran ganado oreginegro. 

gastos: “(B). Reunión en que se baila y se divierte con poco recato de la honestidad. Se supone que esas reuniones llevan muchos gastos” (p. 179). Alario (1983) trae la definición de Tobón (p. 349). No encontramos este uso en las fuentes consultadas, pero en una conversación informal, hace varios años, alguien comentaba que en una ocasión tuvo un flirteo con una mujer, la cual, a la hora de la verdad, resultó siendo un hombre. Cuando le preguntaron ¿qué había hecho?, contestó: ya entrado en gastos, no se podía perder la plata.

gaviota: “(Co). Sobre todo en Santa Marta le dan a esta palabra el sentido de marica” (Tobón, p. 179). En Alario (1983) también significa marica en el departamento del Magdalena (p. 350). En ninguno de los otros diccionarios consultados figura esta acepción.

guaricha: “Mujer baja o despreciable. 2. Ramera. Es voz considerada como despectiva” (Tobón, p. 186). “Mujer que tiene relaciones sexuales con los hombres por dinero” (NUDICO, p. 208). “Prostituta” (DICOL, p. 243). 

huevo: “La palabra huevo en la Costa Atlántica se considera en muchos casos como palabra obscena” (Tobón, p. 196). “Pene, miembro viril” (NUDICO, p. 220).  

huevón (güevón). “Insulto muy bajo, usado también en otras partes” (p 197). “Persona que actúa con poca inteligencia o poco entendimiento” (DICOL, p. 256). En el Diccionario de parlache (2015) se define como:Fórmula de tratamiento. Forma de tratar al amigo de confianza. Cuando lo saludo, me parece estar hablando con uno de mis compañeros Promoción 1999. —Huevón, ¿usted no participaba de las competencias de… ¿cómo se llama? La Asociación” (DIPARLA). El uso meas usual es el de güevón: “No vayas a creer, güevón, que a nosotros no nos van a olvidar también” (DIPARLA).

iguana: “(V). Mujer de vida alegre” (Tobón, p. 199). Aunque Alario (1983) la incluye con el significado de mujer de vida alegre en el departamento del Valle (p. 394), en el Diccionario de provincialismos y barbarismos del Valle del Cauca de Leonardo Tascón (1961) no aparece el término. 

josefino: “degenerado, maricón” (Tobón, p. 206). “Hombre afeminado” (NUDICO, p. 229). Su uso se ha perdido o es muy restringido, porque no hemos constatado su presencia en los materiales consultados para este trabajo.  

loca: “(V). Uno de los nombres del marica” (Tobón, p. 213). “Homosexual (BREDICOL, 2007, p. 135) “Insulto. Homosexual. Dizque –papacito, venga le digo- pobre loca hijueputa, le hice el acote: no me gustan los maricas” (DIPARLA).  

mamado: “4. También se le da un significado obsceno” (Tobón, p. 222). Tampoco se encuentra este sentido en las fuentes consultadas. En NUDICO lo definen así: “Que ha quedado sin fuerzas, debido a un esfuerzo físico o intelectual intenso o (algo) sumamente fácil de realizar”. “Cansado, aburrido. Eduardo, mamado seguramente de mis acechanzas, se fue a dormir” (DIPARLA).  

mamarse: “6. (Co). También se le da un significado obsceno” (Tobón, p. 223). “Referido a una mujer: poseerla sexualmente” (NUDICO, p. 251). Este sentido no parece usarse en esta época, en cambio figuran: “Retractarse de un compromiso” (DICOL, p. 295). “Cansarse, aburrirse. ¿Cuánta inseguridad tiene que mamarse la gente humilde y trabajadora por la corrupta actitud de nuestros políticos” (DIPARLA).

mina: “Barragana o concubina. Parece americanismo, pero notemos que en Colombia es voz de la germanía (Tobón, p. 235). “Venezuela y Bolivia. Prostituta” (DIAM, p. 1438). Tal vez en Colombia lo usen con el sentido de mujer o prostituta los aficionados al tango, pero es raro escuchar esta palabra. En ninguno de los diccionarios de colombianismos la encontramos con este sentido; sin embargo si figura en uno sobre argot. “Préstamo del lunfardo, usado por los aficionados al tango. Mujer. En un comienzo, por su origen italiano, se refería a una prostituta. “Voz jergal italiana: mina ‘prostituta giovane e bella’. (Wagner, mayo-agosto, 1950). Manuel Mejía Vallejo, en Aire de Tango, lo usa como sinónimo de mujer: “Mirá vos, suponete que yo soy Gardel y  vos una mina más o menos decente” (DIPARLA).

mondá: “Palabra obscena. U. más en la Costa” (Tobón, p. 238).  “Pene, miembro viril” (NUDICO, p. 271). Ni en Colombianismos (DICOL, 2018)  ni en el Breve diccionario de colombianismos (BREDICOL) figura, no obstante, es un término muy usado en la Costa Atlántica. Al realizar una búsqueda en internet, encontramos los siguientes fragmentos. En la Costa colombiana, el pene es ‘la  mondá’ (Solano Franco, 2013). ‘Mondá’ viene de una expresión francesa ‘mon dieu’, que significa «Dios mío» (El Tiempo, 10 de julio de 2008). Por tanto, extrañamos su ausencia en los libros mencionados.

mujer de la vida: “Mujer mala, de mal vivir” (Tobón, p. 243). Alario la define como: “Mujer de la vida airada, moza de partido” (p. 80, T 2), o sea, también con eufemismos. Tampoco encontramos esta expresión en los otros diccionarios consultados, pero si en Luis Flores (1969) en el capítulo XIII: Vicios (p. 208) como prostituta.

pajizo: “palabra obscena” (Tobón, p. 259). “Hombre que se masturba” (NUDICO, p. 295). “Referido a una persona, especialmnete a un hombre, que se masturba con frecuencia (DICOL, p. 344). “Onanista. Que se masturba. Con esa cara de pajizo quien le cree” (DIPARLA).

pajudo: “2. Charlatán. Palabra obscena” (Tobón, p. 259). En la edición de 1946 solo trae un sinónimo de la primera acepción: mentiroso; en realidad, pajudo se usa en Colombia con el sentido de mentiroso, porque en relación con la masturbación se emplea más el término pajizo.     En una búsqueda en la red, encontramos: “La senadora del Centro Democrático desmintió estas afirmaciones y le respondió a Petro con otro trino diciendo: «el único subsidio que hemos recibido está en su imaginación retorcida. Pajudo» (Semana, 15 de julio de 2019)

panocha: “2. (V). Palabra obscena” (Tobón, p. 263). “Órgano genital de la mujer” (NUDICO, p. 299). “Órgano sexual femenino” (DICOL, p. 348). “Vulva. Gritó entonces la muchacha, sandunguera- ¡Ven a enjuagarme la panocha” (DIPARLA).

perro: “Voz insultante, hombre de malas costumbres” (Tobón, p. 275). “Referido a un hombre, que tiene relaciones amorosas con diferentes mujeres” (DICOL, p. 366). “Seductor, que enamora al mismo tiempo a varias mujeres. Lo odiaba porque era muy perro y no la respetaba. Eso cotizaba con la una y cotizaba con la otra, y se las pasaba por el frente” (DIPARLA).

pichar: “A este verbo se le da un significado obsceno” (p. 278). “Realizar el acto sexual” (NUDICO, p. 321).  “Tener relaciones sexuales” (DICOL, p. 369). “Copular. Ella iba por mí a la tienda y nos íbamos a pichar, yo le voliaba rejo como un hijueputa” (DIPARLA).

picho. “Sust. Palabra obscena” (Tobón, p. 278). Según Alario (1983) en varias regiones de Colombia, entre las cuales incluye a Caldas y Antioquia, se usa como miembro viril; sin embargo, en los diccionarios regionales no lo encontramos con este sentido. Debe ser la conjugación en primera persona del verbo pichar. También se usa el término con el sentido de morado: tener un ojo picho; igualmente, se emplea en algunas regiones con el significado de podrido, descompuesto en lo relacionado con los alimentos vinagres.

pingo: “Palabra obscena. Roberto Restrepo trae la voz pinga y dice ser americanismo” (Tobón, p.  281). “Pene, miembro viril” (NUDICO, p. 324). “Pene” (DICOL, p. 371). Se usa más la palabra en femenino: pinga. 

pirobo: “En la germanía colombiana se considera al joven que efectúa actos homosexuales por la paga. 2. También es el homosexual en general. 3. Insulto” (Tobón, p. 283). “Referido a una persona, que es despreciable, malvada, detestable” (DICOL, 373). En el parlache se usa más como insulto. “Ojo pues pirobo que es muy fácil averiguar por dónde vive; si nos mete en problemas, se gana su machetazo” (DIPARLA). 

polla. “(V). Palabra obscena” (Tobón, p. 287).  En la edición de 1946 solo figura como un tipo de araña (p. 149). En el DRAE figura como pene. Y en Alario (1983) figura como usado en los departamentos de Córdoba y Sucre como: “3. vulg. Órgano genital del macho. U. t. en Chile” (p. 205). “Novia o amante, generalmente joven” (DICOL, 378). “Novia. Pareja sentimental. La polla no es tan importante, esa se va y lo deja a uno; los amigos ¡no!, algunos se quedan con uno, los verdaderos” (DIPARLA).

polvo: “Palabra obscena” (Tobón, p. 297). Alario (1983) la define como coito (p. 205, T 2). En el diccionario de parlache se define como: “2. m. Semen. Coito. Eran unos polvos eternos de una o dos horas y al final uno llegaba y explotaba en unos orgasmos los hijueputas” (DIPARLA). Ya la Real Academia lo incorporó como coito. 

sacar la piedra o salírsele la piedra a alguno. “A estas dos expresiones algunos le dan significado obsceno” (Tobón, p. 279). “El orgasmo en la mujer” (BREDICOL, 2007, p. 169). En Colombianismos ( 2018) no figura. Cuando éramos jóvenes la conocíamos con ese significado, pero nunca la volvimos a escuchar.

vaciar: “palabra obscena” (Tobón, p. 353). “Ho, Ve, Ar, Pe. Eyacular” (DIAM, p. 2128). No hemos constatado su uso en Colombia con este significado. En cambio se usa: “Reprender, regañar severamente a alguien (DICOL, p. 459).

vagamunda: “Mujer pública, prostituta” (Tobón, p. 353). “Mujer que tiene relaciones sexuales con los hombres por dinero” (NUDICO, p. 409).

vagamundo: “Juerguista. 2. Mocero, hombre dado a la lascivia” (p. 353). “Hombre acostumbrado a conquistar mujeres” (NUDICO, p. 409).   

Conclusiones

Al revisar la muestra de colombianismos recogidos, se demuestra la dificultad del padre Tobón para definir las voces relacionadas con la sexualidad en su diccionario Colombianismos, lo cual genera ambigüedad en los lectores que lo consultan; sin embargo, de acuerdo a la revisión bibliográfica realizada para este trabajo, el tabú es un problema recurrente en la elaboración de diccionarios, incluyendo el de la Real Academia de la Lengua y el reciente de colombianismos del Instituto Caro y Cuervo, en el cual definen y ejemplifcan casi todos los términos, pero excluyen los ejemplos de palabras despectivas o vulgares. 

En algunos de los diccionarios de colombianismos consultados definen las voces de connotación sexual sin caer en el pudor, y mantienen el sentido dado en las distintas regiones del país, lo que nos permitió aclarar la ambigüedad generada por el padre Tobón. 

El Diccionario de americanismos fue de gran ayuda, por cuanto, tal como lo afirman sus autores, no censuran las voces malsonantes o tabuizadas, y, además,  nos sirvió para constatar el uso de algunos términos no registrados en los diccionarios de colombianismos consultados, pero que sí son usados en países colindantes con Colombia.

Además, constatamos la dificultad para encontrar fuentes confiables para definir algunos de los términos de la muestra, dada la variedad dialectal del español de Colombia, con influencias tan disímiles como la cultura antillana (Centroamérica) y andina (Suramérica). 

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